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lunes, 10 de septiembre de 2012

Las ficciones post-apocalípticas, verdaderas metáforas fascistoides:



 Así es, amigos. Tras haber disfrutado de crío como el que más con ese tipo de historias tan de Hollywood, va uno a la vejez y descifra las señas de identidad de este tipo de producciones. En EEUU, la imaginería de las ruinas del urbanismo y de la era industrial va acompañada de una idea, una sensación muy concreta: La sociedad está cayendo por culpa de tanto demócrata, tanto socialista (o cosas peores, como reza Chuck Norris en su reciente alegato anti-administración Obama: http://cinemania.es/actualidad/noticias/14279/chuck-norris-obama-traera-mil-anos-de-oscuridad-a-ee-uu , de verdad que no tiene desperdicio… o sí), tanto gay y tanto negro. Nosotros, como guerreros tocados por la mano del Señor, supervivientes de una era mejor (mejor para nosotros, cuando explotábamos al resto del planeta para que a nosotros nos fuera sobre ruedas), debemos transitar, estoicos,  por este desierto de mentiras, ambigüedades y farsantes escopeta en mano y liquidar a todo el que se nos ponga por delante. El escenario derruido es siempre EEUU y los bárbaros, terroristas y corsarios han tomado nuestro país. Somos tipos duros, somos mejores, y vamos dando lecciones de moral. O ni falta que hace, se dispara y punto. 


 La democratización como síntoma de decadencia. Obama va a traer mil años de oscuridad a EEUU por tanta concesión social (Chuck Norris dixit; si no has leído el enlace, hazlo ahora). La decadencia, la decadencia… (¿sabrán ellos lo que es la decadencia?).  Es el caso de Mad Max (del polémico activista republicano Mel Gibson) o de Juez Dredd (aunque en este caso se trate más de una parodia del fascismo, pues sus mismos creadores niegan que se pueda tratar a su personaje como “héroe”; por algo Alan Moore, reconocido anarquista, militó en las filas de la revista que vió nacer al Juez Dredd, 2000 AD).


                                                                   Mad Max


                                                               Judge Dredd

Frente a tan delicada analogía surgen las del extremo opuesto del Mundo, las fantasías post-apocalípticas japonesas. Curiosamente, en estas, la causa de la catástrofe mundial suele ser siempre la contraria: el imperialismo. Y esta vez el escenario no es Japón, sino el Mundo entero, y normalmente no se identifica ningún lugar real sino que se crean localizaciones ficticias (países, banderas, políticas, conflagraciones, alianzas), nombres nuevos para plasmar el mensaje con menos ataduras. En este caso podemos encontrar historias inspiradas en fuentes norteamericanas, como El Puño de la Estrella del Norte se basa en Mad Max (aunque llevándolo a su terreno, con más gracia y buen hacer oriental). Pero normalmente nos encontraremos con personajes diametralmente diferentes a aquellos hombres de pelo en pecho y de gatillo fácil, personajes normalmente jóvenes (la inocencia, la conservación de la pureza), de anatomías aparentemente poco aptas para la guerra, a menudo chicas, que ocupan enormes bocadillos de texto con sus pensamientos y palabras y que suelen estar preocupados por cosas muy distintas a las que atormentan a sus ¿equivalentes? supervivientes norteamericanos. Suele preocuparles la destrucción, la radiación, la contaminación, la deforestación, la guerra, la violencia. Suele preocuparles que se repitan errores del pasado, los que dieron al traste con el Planeta: las ansias de expansión mundial, la búsqueda del poder político o económico: el imperialismo. 

El Puño de la Estrella del Norte (o Mad Max japonés). Fantasía ultra-violenta post-apocalíptica en que un maestro de una extinguida técnica marcial recorre el Mundo librando a las aldeas de sus opresores.


En estos sugerentes paisajes post-apocalípticos orientales, además, suele aparecer un elemento que brilla por su ausencia en aquellas otras producciones norteamericanas: el elemento natural. La naturaleza que intenta abrirse paso entre las cenizas. Unas briznas de hierba que crecen en algún resquicio, un árbol que crece fuerte en una isla en medio del océano, metáfora del renacer, de la posibilidad de volver a empezar de cero, de continuar. Metáfora de la vida en todo su esplendor y fragilidad, de la necesidad de cuidarla, protegerla. Metáfora constructivista donde las haya, que refleja una actitud de conservación a ultranza de la vida y negación de la violencia. Imagen de renacimiento, de nueva vida, no sólo del planeta sino de los hombres: nuevos hombres y mujeres representados en esos niños que portan un sentido del respeto y de la disciplina por encima de cualquiera de sus mayores, supervivientes del viejo mundo bipolar y belicoso. 

                             Arte post-apocalíptico. Sugerente como pocos.


Este es el caso de Nausicäa del Valle del Viento o de Conan, el Niño del Futuro, ambas creaciones del maestro Hayao Miyazaki, o de las tramas argumentales de la conocida franquicia de juegos de rol Final Fantasy, donde se llega a encarnar a terroristas contra un gobierno opresor mediatizado por corporaciones empresariales y destructor del medio ambiente (es decir…). 



           Conan, el Niño del Futuro, anime de Hayao Miyazaki. Una preciosidad.




    Nausicäa del Valle del Viento. Mi obra favorita de Hayao Miyazaki, y una de mis preferidas en general.


 Las historias de Final Fantasy, verdaderas fábulas ecologistas y anti-imperialistas. Aún no sé como no están censuradas en determinados sitios. Debe de ser que dan mucho dinero.

   Final Fantasy VII. Cloud es un ex-soldado reconvertido en terrorista (sic).

Final Fantasy VI. Aquí los alegatos contra la idea de imperio son claros.


Incluso en los casos en que el manga, el anime o el videojuego japonés se decanta más por el elemento mech (lo mecánico, lo artificial, lo militar: fantasías de poder tecnológico a menudo bastante frenéticas y combativas), donde robots y soldados con armaduras se miden las armas y se enfrentan descarnadamente; incluso en estos casos, la ficción que se crea tiene mucha más atención al detalle (política, especificaciones técnicas, estrategias) y sutileza (cierto lugar para una crítica contra las lagunas del sistema) que en las producciones yanquis. Ahora, que personalmente no son éstas mis historias preferidas.



Se me ocurrió esta entrada al ver el tráiler de la nueva versión cinematográfica de Juez Dredd (personaje que, repito, surge más con intención paródica que como arquetipo heroico), leer las declaraciones de varios actores norteamericanos en torno a las políticas de su preciado país (http://cinemania.es/actualidad/noticias/14287/ultrafachas-en-hollywood-los-10-actores-mas-de-derechas/?frommsn=masnoticiashome  ) y finalmente recordar de qué estaban hechas las fantasías futuristas japonesas que he tenido la tremenda suerte de leer o ver.

Hagan su elección, amigos. Yo ya he hecho la mía. 

                      EEUU: El apocapipsis como metéfora de la decadencia. 


                    Japón: El apocalipsis como metáfora de la regeneración.